Edward Snowden, que remeció a la CIA y la Agencia de Seguridad Nacional al revelar en el 2013 información clasificada como altamente secreta, acaba de pedir asilo al Brasil. Al iniciarse la persecución de Washington ese año, Snowden después de intentar protección de varios países, decidió viajar hasta Ecuador -quería lograr mejor suerte que Julian Assange, periodista australiano fundador del portal WikiLeaks que logró de Quito la protección en su sede diplomática en Londres en agosto de 2012-. A diferencia de Inglaterra que no otorgó el salvoconducto para que Assange abandone Londres, Snowden, a quien se le vence su permanencia temporal en Rusia -llegó hace un año al aeropuerto internacional de Sheremetievo desde Hong Kong-, sí contaría con las facilidades para dejar el país, pues Moscú no lo persigue y con ello lograr venir para América Latina. Para Rusia significaría sacarse un peso de encima dada la situación que mantiene con Estados Unidos por el asunto de Ucrania llevando al propio Putin a reiterar que Snowden no trabaja ni brinda información a Moscú. No sabemos si el gobierno de Dilma Rousseff, que también denunció espionaje, y ante la ONU, lo va a conceder, pues aunque el asilo es una prerrogativa del Estado y no un derecho de aquel extranjero que lo solicita, no estaría tan segura de hacerlo dada la condición de exfuncionario estadounidense al que su propio gobierno le invalidó el pasaporte al imputarlo criminal por desnudar información confidencial. Lo único cierto desde el derecho internacional es que si la suerte de Snowden fuera a su favor, Brasil u otro país que le concediera asilo, no tienen ninguna responsabilidad por otorgarlo.