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Estamos entrando en el último trimestre del año. Es momento de pensar en cómo será el 2017, según la situación actual del país. Lo primero a destacar es que el panorama político pasa por un buen momento. El Ejecutivo se asienta en el poder y comienzan a destrabarse proyectos que estaban paralizados desde el año pasado, además de tomar acciones para atacar las principales preocupaciones de la población, entre ellas, la seguridad ciudadana.

Por otra parte, el Congreso se suma a estas iniciativas con una visión crítica y vigilante, pero apoyando, aunque con los tiempos un poco reducidos. Si a esto sumamos las gestiones del Presidente, quien está buscando hacer del Perú un lugar más atractivo para las inversiones extranjeras, creo que podemos estar muy satisfechos con la actuación de gran parte de actores políticos. Por si fuera poco, parece que esto podría continuar así.

Es claro que esta mejora sustancial del Ejecutivo y Legislativo en términos de gestión es muy positiva para el país; sin embargo, el Índice de Confianza del Consumidor (ICC) publicado por GfK a finales de setiembre se mantiene en los 110 puntos -similar a lo registrado durante junio, julio y agosto. En otras palabras, la confianza del consumidor se mantiene en la zona de optimismo, pero esta no crece. El consumidor piensa que su situación puede mejorar, pero que la situación del país y su capacidad de ahorro no, percepción que tiene sentido si vemos otros indicadores, como la creación del empleo formal en el país, la cual continúa muy débil, o el crecimiento proyectado para 2017, que se espera sea del orden del 4.3%, la mejor cifra de toda la región, por cierto, pero insuficiente para que los ciudadanos perciban una mejora sustancial de sus ingresos.

Podemos concluir que el año que viene, en términos económicos, será mejor que este, probablemente más estable, pero difícilmente las empresas y personas lograrán crecimientos importantes en sus ingresos o rentabilidades.

El foco comercial de las empresas se centrará en ganar participación de mercado sobre otros competidores, posiblemente otorgando mejores servicios o mejores precios. Cualquiera de estas acciones golpeará la rentabilidad de las empresas, en la medida en que no se trabaje en una optimización de costos.

En conclusión, nos enfrentamos a un 2017 duro, pero estable. Un año en el que todos deberemos esforzarnos más para poder obtener lo mismo. Esperemos que esta realidad no golpee la popularidad del Gobierno ni la confianza del consumidor o del empresario, y que entendamos que para construir el futuro que queremos requeriremos mucho más esfuerzo siempre.