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El partido político más grande del país está en crisis. La magra votación obtenida el pasado 10 de abril y la escasa cuota parlamentaria alcanzada encienden los ánimos de quienes desde adentro reclaman renovación.

La alianza con el PPC y Vamos Perú no sumó votos. Si los dirigentes de ambos partidos se pusieron de acuerdo, a las bases no les gustó la idea; a pesar de que la digirieron, no la plasmaron en las ánforas.

Alan García, el principal líder del APRA y candidato a la Presidencia del Perú, después de la derrota renunció al cargo de presidente del partido, dando un claro ejemplo de liderazgo y desprendimiento; posteriormente han renunciado otros dirigentes, como Javier Velásquez Quesquén y Mauricio Mulder, y seguramente seguirán renunciando otros en la medida que avance el tiempo.

El APRA tiene mecanismos para renacer, y ya lo ha hecho años atrás cuando ha pasado por crisis similares. Seguramente en una gran asamblea se formará una comisión de emergencia integrada por apristas probos y honestos, y pedirán la renuncia de todos los dirigentes del país; posteriormente convocarán a un congreso, donde se elegirá a la nueva dirigencia.

Tendrán la ardua tarea de reconstruir el partido de Haya de la Torre, formando cuadros jóvenes, levantando las viejas banderas, como la defensa de los trabajadores, y reposicionándose en la centro izquierda, que es el verdadero lugar donde debe estar. Así se fundó ese partido de masas, de trabajadores manuales e intelectuales y de defensa de los más pobres.

El APRA no debería apoyar a Keiko ni a PPK, porque ellos son los representantes de la extrema derecha.