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Hoy los peruanos celebramos 24 años del heroico arresto del más grande genocida que haya podido parir este país: Abimael Guzmán Reynoso, quien hasta el día de su muerte purgará condena en la Base Naval del Callao mientras poco a poco el país seguirá buscando recuperarse del profundo trauma que significó la irrupción terrorista y la criminal carnicería que provocó, esa que lamentablemente hoy muchos llaman “conflicto armado interno” o “violencia política”.

Como nota previa a esta importante fecha digna de ser festejada por todo peruano de bien, ayer en Correo entrevistamos al general PNP José Baella, a cargo de la Dirección contra el Terrorismo (Dircote), quien ha destacado la importancia de que los jóvenes de hoy conozcan esa parte tan lamentable de nuestra historia, pues -añade- si bien se ha ganado la guerra a Guzmán y sus asesinos en el plano militar, tenemos debilidades en el aspecto ideológico.

Un país que ha sufrido el trauma de la violencia criminal desatada por Guzmán y su recua de asesinos, no puede darse el lujo de tener hoy a niños, jóvenes y adultos que crean que el cabecilla terrorista, que en cualquier otro país -incluso del Primer Mundo- hubiera sido condenado a la pena de muerte, es un “doctor”, un “escritor”, un “justiciero”, un “filósofo”, “un señor que buscaba la igualdad entre los peruanos” o el “líder de un partido político” al que no dejan participar en elecciones.

Y en esto tienen mucha responsabilidad esos que desde sus escritorios y laboratorios de “analistas” creen hoy que matanzas como las de Lucanamarca, Soras, la calle Tarata; o los crímenes de María Elena Moyano, del vicealmirante Gerónimo Cafferata o del coronel PNP Manuel Tumba fueron acciones “políticas”. Como si el coche bomba, el tiro de gracia y el comando de aniquilamiento con su cartelito que dice “Así mueren los perros” fueran parte de la pugna lícita por llegar al poder.

Hoy el Perú está de fiesta por los 24 años de la caída de Guzmán, pero como ha dicho el general Baella, queda mucho por hacer en el aspecto ideológico. Los colegios y las universidades son los lugares donde hoy se debe combatir a Sendero y al MRTA. Es ahí donde se debe hacer ver, con la verdad en la mano, que el terrorismo carnicero -ese que unos llaman “violencia política”- nunca más debe llegar a nosotros con su “argumento” consistente en ponerte en tu casa un coche bomba cargado de anfo y dinamita.  

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