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En días feriados y en épocas de fiestas la Carretera Central es un caos. Un viaje que normalmente entre Lima y Huancayo o viceversa dura un promedio de 6 horas y media, se transforma en un suplicio de más de 12 horas. En estas fechas se incrementan el número de buses, camiones y autos, que convierten a esta vía en una larga playa de estacionamiento, por la dificultad para avanzar. Algunos invaden el carril contrario para pasar a otro vehículo más lento y no permiten el paso de los que vienen en el otro sentido. Si por desgracia ocurre un accidente, el colapso es mayor.

La crisis de la Carretera Central data de hace mucho tiempo. Las autoridades y los políticos han prometido hasta un túnel trasandino para resolver esta problemática. Toda su perorata se basa en una burda demagogia. Hay mucho ombliguismo en este tema y pareciera que a los gobernadores regionales, alcaldes y congresistas les importara más que a la gente.

Por ahora hay medidas paliativas. Por ejemplo, el 24 y 31 de diciembre se ha prohibido el tránsito de vehículos de carga mayor a 3.5 toneladas entre Chaclacayo y La Oroya.

El objetivo es sacar de circulación a vehículos pesados, que diariamente son la mayoría en ese tramo y generan un tráfico infernal.

Es reiterativo el pedido de la gente para solucionar esta realidad. Sin embargo, los deseos nunca se encuentran con lo posible.

Las propuestas son siempre para generar ruido y votos. Hay muchas alternativas a la Carretera Central, Lo ideal sería operar sobre todas esas variables, pero, cuando el apoyo del gobierno central y el presupuesto son escasos, la ponderación de prioridades son otras.

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