¿Cómo puede ser posible que un apagón origine un tremendo caos en una ciudad tan grande como Trujillo? Aunque usted no lo crea, no cuenta con un plan de contingencia ante un inesperado corte de fluido eléctrico. Ahora, ¿se imaginan si pasara un desastre natural? Definitivamente, no estamos preparados.

Miren, dirán que un corte de energía de manera inesperada toma con los pantalones abajo a cualquiera. Bueno, puede ser cierto. Pero, una ciudad capital de una importante región no puede darse el lujo de quedarse en tinieblas sin que las calles, al menos, sean custodiadas.

Es más, el último domingo hubo un apagón por refacciones en las instalaciones eléctricas anunciado por la empresa Hidrandina. Duraría un aproximado de 10 a 12 horas. No obstante, aunque se trataba de un horario sin aparentes complicaciones, el caos de apoderó de las calles.

Al no haber energía eléctrica, los semáforos no funcionaron y, atención, ningún policía de tránsito estuvo en las zonas rojas para ordenar el pase de los vehículos. Si habláramos en términos futbolísticos, falta un capitán, un Chumpi que tenga el don de mando. Lamentablemente, el alcalde de Trujillo, Elidio Espinoza, no estuvo a la altura.

Es un mal síntoma que, pese a que vivimos en un país vulnerable por los fenómenos naturales, como los sismos y las lluvias sin freno, las ciudades grandes no estén preparadas para calmar la histeria colectiva y tomar el control. No hay siquiera un plan de contingencia de las autoridades competentes.

Claro que tenemos autoridades, pero cada una camina por su vereda y no hay una cabeza que prenda el botón de alerta cuando, por ejemplo, un apagón agarra desprevenida a la ciudad. Por favor, que no nos vuelvan a agarrar con los pantalones abajo. ¿Se imaginan cómo están los pueblos más pequeños?