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En las elecciones del 10 de abril se ha reflejado que los sureños tuvimos un voto contestatario y rebelde frente a la situación política del país. Dejamos constancia de que estamos disconformes con la manera en que se hace política, a través de los mismos partidos de siempre, de las normas desiguales que rigen para la participación política y del olvido de los gobiernos de turno.

No es un secreto que, a través de la historia, el sur siempre ha sido dejado de lado. Por ello, en los años 2000 se gestó una Macro Región Sur (MRS), propiciada por empresarios, autoridades locales, universidades, entre otros, de Abancay, Arequipa, Madre de Dios, Puno, Cusco, Arequipa y Tacna, que buscaba un sur autogestionario con mercado paralelo a Lima que incluyera a estados y provincias fronterizas de Brasil, Bolivia, Chile y Argentina.

Este interesante proyecto contenía cinco líneas estratégicas: la primera era la implementación de la infraestructura de soporte, es decir, carreteras, puertos y aeropuertos. La segunda estaba referida al desarrollo y consolidación de las vocaciones productivas. La tercera era la internacionalización de la economía en un bloque regional que constituya un mercado paralelo a Lima. La cuarta línea consideraba el desarrollo de los valores y principios en la familia, en la comunidad y en la empresa. La quinta línea consideraba la dación de una ley de parte del Congreso donde se facilite un presupuesto especial de desarrollo.

El proyecto avanzó con cumbres en las diferentes regiones y coincidencia en los intereses comunes económicos. Sin embargo, hubo discrepancias en cuanto a la formación de una alianza política administrativa. Fue fácil distinguir que el camino iba por allí y había que mapear cuáles eran esos intereses o proyectos comunes para avanzar conjuntamente hacia el desarrollo del atractivo y desafiante sur peruano.