Por mi madre que si esta justicia putrefacta pusiera condiciones, cambiaría la libertad de todos los políticos cochinos por que los asesinos de Las Malvinas se gangrenen en la cárcel. Que se larguen los expresidentes comprados, que sigan viviendo en el extranjero con nuestra plata robada, pero -por favor- que estos psicópatas que, cual diablos, incendiaron vidas, se pudran en la cárcel, en estas cárceles nuestras donde mejor es estar muerto.

No tiene nada que ver, no es racional, no es legal, es estúpido. Pero es que es demasiado. La informalidad, el continuar operando luego de la clausura, el material inflamable, la esclavitud -por Dios, la esclavitud-, el encierro de seres humanos, de seres humanos menores de edad, de seres humanos menores de edad que deberían estar en el colegio, en el parque, no en un container encerrados por más de doce horas. Adolescentes y jóvenes que podrían estar prendiendo a lo más un cigarrillo, carajo, no ardiendo en llamas en una jaula.

“Papá, sácame, los dueños me han dejado encerrado”. Y yo acá, en un departamento bonito, con un trabajo digno. Yo que el máximo encierro que tuve fue resultado de un castigo por alguna travesura, en un cuarto lindo, por una o dos horas.

Y es que falta mucho. Falta para terminar con la informalidad, falta para que en el Perú la gente no tenga jamás que acceder a trabajar como animales para poder comer. Pero, por favor, por mientras aunque sea, que estos verdugos, carniceros malditos, no vuelvan a ver la luz del día. Que por esta vez, se los ruego, haya justicia.