Dos noticias, aparentemente desconectadas, han constituido esta semana lo que podríamos considerar, pese a que aún falta más de un año, el epitafio en la tumba del actual régimen: 10% de aprobación de Ollanta Humala y más de 67 mil millones de dólares rechazados por el Gobierno en distintos proyectos, especialmente mineros.

No hay nada que la actual gestión pueda hacer para revertir esta situación. El 10% podrá paliarlo en muy poco con toneladas de dinero en propaganda oficial en la TV y con duplicar su asistencialismo fanático, como hizo en sus últimos meses Toledo, pero ya solo será efecto momentáneo. En este régimen no creen ni los originales radicaloides que lo apoyaban ni tampoco los que coincidían con la Hoja de Ruta. Humala no hizo ni lo uno ni lo otro. No tiene base social donde recuperarse.

Dejó de lado el chavismo reaccionario y retrógrado, pero no asumió políticas de inversión para crear empleo y reducir la pobreza, alternas al neoliberalismo. No le importaron ninguno de los proyectos de inversión porque ello significaba trabajar duro para destrabarlos. Lo que hizo más bien fue dejar pasar, pero sin dejar hacer. En otras palabras, NADA. No tiene una sola obra pública que exhibir. No tiene una sola política nacional que contar en su haber.

Se dedicó exclusivamente a empoderar a su cónyuge para que sea candidata en el 2016 mediante el fácil recurso del asistencialismo con plata ajena, demostrando que su único objetivo, la única finalidad de su aventura política, fue simple y llanamente llegar al poder. Pero, como decía Víctor Raúl Haya de la Torre, al poder puede llegar cualquiera, lo importante es llegar a la conciencia del pueblo. Ollanta llegó al poder y no tenía ni idea para qué servía, salvo para que Nadine Heredia sintiera que era la hora de convertirse en ricos y famosos.

Esa fue su fiesta. Sus amigotes de empresarios boyantes, sus donantes de campaña como congresistas, sus parientes en puestos clave, más tarjetas de crédito ilimitadas, hoteles de lujo, aviones privados (el presidencial), paseos por la Quinta Avenida o la Vía Veneto, portadas en revistas de “socialités” y guerra contra los opositores políticos. Todo ahora se les va cayendo.