La pregunta que ronda por todos lados es si la escandalosa denuncia de plagio en su tesis doctoral de la Universidad Complutense de Madrid tocará en forma inmediata la candidatura de César Acuña. La respuesta la sabremos con las próximas encuestas de opinión, pero de hecho nada seguirá igual en los predios de Alianza Para el Progreso, para bien o para mal.

No faltan quienes auguran que el efecto será menor, mínimo; y otros incluso se animan a adelantar que simplemente no pasará nada, ya que el elector peruano rara vez se pega a este tipo de situaciones y más bien muestra atención por la propaganda jactanciosa y el discurso repetido de quienes se venden como “gente que salió de abajo”.

Resta saber la proporción y el parecer de los que sí estiman un antecedente gravísimo que un aspirante a la Presidencia de la República no pueda sustentar de manera original un capítulo de su formación académica, máxime si es dueño de universidades que se supone lanzan al mercado laboral profesionales de una “raza distinta”.

No vaya a ser que, por ejemplo, esto ante los ojos de las mayorías parezca un cargamontón contra el “empresario emergente”, lo haga víctima y termine endosándole más votos de los que tenía antes del ampay y el consecuente revoloteo político.

Los propios rivales, entre ellos Alan García, Keiko Fujimori y Alejandro Toledo, han pretendido hacer leña del árbol caído, sin advertir que Luis Favre -el superasesor de Acuña- suele utilizar precisamente estas contingencias para redondear su estrategia. Muchos piensan que si el dueño de la Vallejo sale bien parado de este episodio, no será porque la razón está de su lado sino porque cuenta con el referido asesor político, al que de seguro le paga como cancha.