¿Los partidos políticos tradicionales podrán zafarse de esa camisa de fuerza que es la “percepción” de la corrupción? Difícil. Yo creo que es muy probable que vayan camino a la destrucción si es que el caso Odebrecht termina por liquidar a algunos de sus líderes, por ahora sospechosos.

Con Alejandro Toledo la cosa parece ponerse más brava. Los últimos resultados electorales que lo mandaron a la segunda división de la política por no pasar la valla no fueron gratuitos. Todo se debió a la casa y oficina de la suegra, además de su buen amigo Maiman. Y vaya que la gente le pasó la factura.

Ahora bien, si se confirma que el promotor de la marcha de “Los Cuatro Suyos”, esa movilización por la moral del país contra el régimen corrupto de Fujimori, favoreció a los brasileños a cambio de fajos de dinero, caray, a sus seguidores no les quedará de otra que buscar nuevo líder y a este, un buen abogado para que le reduzcan la pena.

Sobre Alan García siempre sobraron las sospechas de administraciones corruptas. Siempre hubo gente en su gestión y partido que acabó embarrada -y algunos presos, como Agustín Mantilla-. Siempre recibió el dedo acusador de la opinión pública por manejos extraños como los “petroaudios” y los “narcoindultos”. Y ahí están los pocos votos que obtuvo en la última contienda electoral. No obstante, si el barro de Odebrecht le salpica en la cara, no le va a quedar de otra que -de verdad- dar un paso al costado de la esfera política y del Apra, si es que quiere que su feudo subsista.

A Ollanta Humala no le queda casi nada, ni partido ni sangre para defenderse por su pésimo gobierno. Los peruanos no han esperado el término de su gestión para mostrarle su rechazo, sino que han decidido negarle la duda y ajusticiarlo antes que un juez diga lo contrario.

Lamentablemente, en vez de fortalecer los partidos, necesarios para el país, estos parecen ir camino a la extinción.