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La política nuestra de cada día es para morirse de risa (o de llanto). Ocurren cosas que ni a Hitchcock se le vendrían a la cabeza. ¿Cómo explicar, si no, que Alejandro Toledo sea ahora patero, adú, piquichón y votante de PPK cuando hace unas semanas, en la primera vuelta, despotricaba del “gringo” que juró “defender a los Estados Unidos contra los demás países, incluido el Perú”? ¿No será que el cholo, como gusta que le digan, quiere curarse en salud del mal trago que implicó perder la categoría junto a Perú Posible y se recuesta en un eventual triunfo de Kuczynski para no terminar por desaparecer? Esto denota que Toledo, con Ecoteva encima, se ha vuelto muy maquiavélico y que -a su entender- el fin, en este caso la vigencia política, justifica los medios.

Que Yehude Simon tampoco se haga el desentendido, porque hasta antes de salir a prenderle velitas a PPK para el balotaje creía lo siguiente: “Evidentemente es de derecha, no puede decir que es de izquierda o progresista. Si PPK dice que es de izquierda, entonces yo soy de derecha progresista”. Y, al igual que Toledo, el líder del Partido Humanista necesita auxilio para seguir en la palestra.

El apoyo “sin condiciones” de César Acuña a Peruanos Por el Kambio rompe cualquier nivel de tolerancia. “Es un inmoral no solo por copiar los trabajos de otros en su tesis de doctorado, sino porque su vida está llena de actos contra la moral, como abusar sexualmente de su alumna, quien a la vez era menor de edad”, dijo Carlos Bruce, hombre fuerte de PPK, en su momento. El mismo Kuczynski trolleó a “plata como cancha” cuando se comparó con Martin Luther King: “No sé qué tiene que ver esto con el plagio de este libro, no lo entiendo”.

Al fin y al cabo, lo que las huestes del tío bailarín deben preguntarse es si Toledo, Simon y Acuña suman o más bien son un tiro por la culata.