La versión de Martín Belaunde Lossio sobre su fuga pareció más un guion de una serie policial que un relato propio de la realidad. Es poco creíble aquello de que lo secuestraron y luego logró huir lanzándose del auto de sus captores. Simplemente le da espectacularidad a su escape para que su caso tenga resonancia internacional y distraiga a la opinión pública.

El exasesor de Ollanta Humala sostiene que teme por su vida. Sin embargo, su victimización solo evidencia que hay personas disgustadas con su presencia. No solo en Bolivia, sino fundamentalmente en el Perú. Martín Belaunde ha dejado entrever que es incómodo para algunos y por eso lo quieren silenciar.

Esta decisión de Belaunde de mantenerse en la clandestinidad puede tener como objetivo alejarse de los peligros. Sin embargo, contribuye a las sospechas sobre el prófugo, quien desde un primer instante tuvo toda la intención de ponerse al margen de la ley.

Por su parte, el Gobierno del Perú ya ofreció una recompensa por su captura y el Mandatario por primera vez lo llamó delincuente. Más allá de las palabras altisonantes, el presidente Humala debió haber solicitado en su momento la entrega del empresario. Con ese acto hubiera sido más convincente.

Solo esperamos que las promesas de los gobiernos peruano y boliviano se cumplan y se pongan a trabajar sin cesar para capturar a Belaunde. Que no sean simples gestos demagógicos para prolongar su huida.