Un día como hoy, el 4 de julio de 1776, la Trece Colonias inglesas que se habían asentado en las costas de Norteamérica decidieron desvincularse de la Metrópoli europea. El rey Jorge III ya no pudo contener la legítima aspiración libertaria de quienes 76 años atrás cruzaron el Atlántico apostándose en lo que hoy es Estados Unidos de América, y formando una sociedad con una marcada estructura religiosa pluralista, tolerante y secular que facilitó la introducción del debate moral y ético en la administración política del poder.

El impuesto al té establecido por la Corona fue el mejor pretexto que encontraron los colonos de Massachusetts, Connecticut, New Hampshire, Rhode Island, New Jersey, New York, Delaware, Pensilvania, Virginia, Maryland, Carolina del Norte, Carolina del Sur y Georgia para ponerle punto final al cordón umbilical que los ataba a Inglaterra.

El Congreso de Filadelfia de 1776 declaró su unidad e independencia -cuya acta fue redactada por Thomas Jefferson con el apoyo del sabio Benjamín Franklin y John Adams-, ungiendo a George Washington como el primer presidente de la primera nación soberana en el nuevo continente.

La independencia estadounidense se había adelantado en 13 años a la Revolución Francesa, el segundo trascendental proceso histórico de la sociedad internacional del siglo XVIII.

Así, pues, la independencia de las Trece Colonias significó el primer de acto de descolonización en el sistema internacional que marcó el derrotero de otros movimientos renovadores. Era la primera manifestación de un acto de soberanía hecho bajo la influencia de la Ilustración, que había promovido un cambio cualitativo en el pensamiento de la época, trasladando el poder absoluto del monarca hacia el poder democrático del pueblo, y haciendo que las ideas de libertad e igualdad y del derecho natural fueran retornadas a Europa para abrir paso a nuevos procesos revolucionarios.