Estamos viviendo en el mundo de las amenazas. A eso técnicamente se le denomina, desde el derecho internacional, que es el mundo de las normas jurídicas internacionales, COERCIÓN, y desde las relaciones internacionales y defensa, que es el mundo del poder y los fenómenos conflictuales, DISUASIÓN. 

En la práctica, la amenaza logra su cometido: crear un estado de alerta e incertidumbre internacionales que impactan al principio de la paz internacional, que constituye el mayor deber de la sociedad internacional desde la creación de la ONU, en 1945. Mientras Corea del Norte muestra, en el marco de un impresionante desfile militar, sus potenciales armas nucleares, expresando sus voceros sin descanso que están preparados y listos para efectuar un ataque a gran escala, primero contra Corea del Sur y luego contra EE.UU., Washington no se queda atrás y la Casa Blanca de un tiempo a esta parte también ha caído en el mismo juego que el dictador norcoreano Kim Jong-un, para anunciar a los cuatro vientos que no tolerará una sola acción bélica de Pyongyang, y que en tal caso actuaría sin pensarlo dos veces. 

Así las cosas, la comunidad internacional es la que más sale perdiendo, porque termina estresada y ya corren titulares anunciando la Tercera Guerra Mundial. La finta norcoreana se acabará en el momento en que China decida bajar el dedo y corte el caño a su antiguo aliado -desde los tiempos de la Guerra de Corea de 1953-, al que mantiene airoso hasta ahora. 

El impacto de una medida económica no hay fórmula que la resista, pues la economía de Pyongyang es absolutamente dependiente de la china y Kim Jong-un lo sabe. Ese escenario podría moverle el piso a Kim Jong-un y podría germinar las disidencias para muchos aún impensables. Pero la mayor amenaza a la vista, y que podría desestabilizar a Washington, será la reacción de yihadismo luego del certero ataque decidido por Donald Trump en sus posiciones en Afganistán.