Cuando en el verano de 1998 era reportero de esta Casa Editora, fui testigo del desastre que se vivió por el descomunal fenómeno del Niño que afrontó el país y que no solo afectó, como suele suceder, al norte del Perú, sino también a ciudades como Ica -que terminó íntegramente bajo el lodo- y nada menos que Lima, donde las aguas turbias del río Huaycoloro se salieron de su cauce y llegaron hasta la avenida Gran Chimú, en San Juan de Lurigancho, y parte de la Vía de Evitamiento.

Antes de que el caos llegue a Lima, me había tocado recorrer varias veces la Panamericana Norte, desde Lima hasta la provincia fronteriza de Zarumilla. La vía había colapsado en varios tramos por acción de los huaicos que caían por las quebradas ubicadas entre Chiclayo y Tumbes, mientras zonas como el Bajo Piura y el distrito de Picsi, en Chiclayo, terminaron bajo las aguas. Ni qué decir del barrio San José, en Tumbes, o del puente Bolognesi, en el corazón de Piura, que se partió en tres.

Ante tanto desastre, la eterna explicación era que no se habían tomado las previsiones del caso, que las quebradas estaban llenas de desperdicios, que no se habían hecho muros de contención, que la gente había construido casas en zonas inapropiadas, que la carretera no tenía protección ante los huaicos, que los alcaldes no habían hecho su trabajo y que había que tomar medidas pensando en el largo plazo, a fin de evitar que en los próximos años suframos desgracias similares.

Bueno, han pasado 17 años y ante el desastre de Chosica, donde tenemos nueve fallecidos, decenas de heridos y millones de millones en pérdidas materiales, escuchamos la misma historia y los mismos absurdos pretextos, lo que no hace más que recordarnos lo irresponsables que son las autoridades nacionales y locales de los últimos años, los que las eligieron con sus votos, y aquellas personas que pese a las advertencias, si es que las hubo, se fueron a habitar zonas de peligro.

El martes se ha anunciado que viene un fenómeno del Niño “leve”. Pero por el tiempo transcurrido desde 1998, falta poco para que nos toque uno “fuerte” o “muy fuerte”, y habría que ver qué tan preparados estaremos. Las autoridades tienen desde ahora la oportunidad de adoptar medidas para evitar la muerte de decenas de personas y que millones de soles se vayan al agua. A diferencia de años anteriores, hoy existen recursos para llevar a cabo las obras de mitigación de daños que hagan falta.