Si durante el verano que se avecina el fenómeno El Niño tiene efectos iguales o mayores a los vistos en épocas oscuras en que el Perú apenas tenía recursos para la subsistencia, quedará en evidencia que de nada vale contar con recursos económicos en las arcas públicas, gracias al crecimiento del país de la última década, si tenemos autoridades que no saben administrarlos y adoptar medidas destinadas a mitigar los daños.

Recordemos que cuando ocurrió el evento climático en 1982-1983, muchos consideraban que estábamos en la peor época del Perú en materia económica y social, solo comparable con la situación que se vivía en la Guerra del Pacífico, cien años antes. Se había producido la crisis internacional de la deuda externa y la banda terrorista Sendero Luminoso había acentuado su accionar en Ayacucho para luego pasar a Lima. Gobernaba Fernando Belaunde y la inflación iba en aumento.

Pasaron los años y el siguiente Niño “excepcional” llegó a inicios de 1998. La situación del Perú había mejorado y el terrorismo estaba casi controlado, pero una fuerte recesión nos golpeaba, el país no comenzaba a crecer -aquello sucedió cinco años después- y no había ni la sombra de los recursos que hoy manejan los tres niveles de gobierno (nacional, regional y municipal). Recién aspirábamos a salir de la sala de cuidados intensivos.

Ahora la situación es diferente y si no se hace algo no es por falta de recursos como antes, sino por dejadez, falta absoluta de previsión y, sobre todo, de decisión política. Esta vez no habrá perdón. Recién ahora en agosto todos se ponen las pilas para trabajar ante lo que viene. Sin embargo, los conocedores dicen que es tarde y que se ha perdido casi un año. Ojalá que a Ollanta Humala no se le caiga el puente Santa Rosa o el puente Huánuco en plena campaña, y le eche la culpa a los apristas o fujimoristas.

No seremos un país rico, pero tampoco estamos en el suelo como en el pasado. Hemos salido del hoyo y sin duda existe dinero al menos para evitar daños que provocan decenas de muertes y millonarios daños que se subsanan luego de muchos años de esfuerzo. Antes la excusa era que no había plata. Hoy solo cabrá atribuirle el fracaso a la incompetencia de las autoridades, quienes al ser elegidas recibieron la responsabilidad de trabajar por nosotros ante una eventualidad como la que se viene.