Cómo estaremos de desprotegidos en el norte del país, que un sacerdote acaba de sufrir un atraco en su propia parroquia y encima los delincuentes han desvestido a los santitos para quitarles las prendas de valor. No es broma. Ocurrió hace dos días en Talara, ubicada a un par horas de Piura, una de las regiones con más aporte al Producto Bruto Interno.

Pero si esto le pareció un mero robo sacrílego, pues déjeme contarle que en Trujillo, hace unos años, un amigo sacerdote tuvo que hacer una “poda” en su iglesia porque había detectado que varios catequistas jugaban con fuego. Es decir, estaban con Dios y con el diablo. Orientaban a jóvenes por las mañanas y por las noches eran miembros de bandas como “La Jauría”. Uno cayó por asalto.

Tan indefensos nos ven los miembros del hampa, que desde Colombia han arribado algunos prestamistas que, con el cuento del gota a gota, tienen ahogados a los peruanos que decidieron empeñarse por unos cuantos soles. Estos “colochos”, que operan en nuestro país como si fuera una chacra, están ganando terreno. Una perla: una vecina de Piura está vendiendo su casa para pagar su deuda.

Hay colectiveros de la ruta Chimbote-Trujillo que pagan doble y hasta triple cupo para poder trabajar. No. No se trata de una cancelación por el viaje de ida y vuelta. Estamos hablando que entregan su cuota a los extorsionadores de cada ciudad, y si tienen mala suerte también a un policía de tránsito de la Panamericana Norte.

En Chiclayo, unos grandes empresarios, esos que se codean con champán importado en mano en la Cámara de Comercio, acaban de ser detenidos por ser cabezas de la organización criminal “Los Empresarios”. No eran más que unos zamarros. Uno está prófugo y a otro le quieren hacer pasar un examen psiquiátrico. Una cosa de locos.

Así está el norte, sin norte, a la espera de que el Estado reaccione de una vez por todas contra esta lacra social.

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