Al parecer, ni el propio presidente Ollanta Humala quedó conforme con su discurso presidencial del 28 de julio. Quizás por ello, ayer, antes del desfile por Fiestas Patrias, tomó la palabra y dio un nuevo mensaje, algo que no tiene precedentes en estos actos oficiales, pero muy comprensible en su último año al frente del Gobierno, signado por las urgencias y los imprevistos.

Volvió a lanzar frases hechas como “al Perú nadie lo puede parar”, “la nueva independencia que debemos lograr es la lucha contra la desigualdad y la inequidad”, “los grandes cambios no se producen de la noche a la mañana” y “todos tenemos que darnos la mano”, entre otras.

Es cierto que a nuestro jefe de Estado no se le puede exigir brillantez intelectual, tampoco manejo político y mucho menos liderazgo; sin embargo, debería saber lo básico para explicar cómo sus propósitos se convertirán en realidad.

Por ejemplo: ¿cómo se luchará contra la desigualdad y la inequidad en el año que le queda de gestión? No dijo nada al respecto, demostrando un desconocimiento de los problemas de la gente y su incapacidad para cumplir sus promesas. En ese caso, en vez de frases bonitas, con una fuerte dosis de autocrítica ganaría más credibilidad.

Lo ideal hubiera sido que el presidente Humala operara sobre todas las variables en sus discursos por Fiestas Patrias, pero como las cosas positivas de su gobierno fueron escasas, la ponderación de sus prioridades apuntaron a sobredimensionar lo poco que hizo bien y a lanzar esperanzas.