Los últimos acontecimientos en el país exigen una perfecta armonía entre los principales actores políticos con el fin de resolver con concordia y unidad los graves problemas que afectan a la población.

Sin embargo, el presidente Pedro Pablo Kuczynski y el alcalde de Lima, Luis Castañeda, se han enfrascado en una disputa verbal que ha generado desconcierto en un momento en que se necesita consenso.

Es comprensible que en este tiempo signado por las urgencias, los imprevistos y las emergencias haya vehemencia y hasta impulsos desmedidos, pero caer en agresiones y ataques es algo muy cuestionable.

Muchas veces se dice que es cualidad de quien gobierna, el país o cualquier institución, saber escuchar, y principalmente saber dialogar. Es lo deseable y más en estos días, en que ocurren problemas tan grandes que aquejan al país, que solo la cohabitación, la convivencia y el trabajo en conjunto pueden salvar al Perú.

Se acercan tiempos de reconstrucción, de organización, de coordinación, y para concretar todo ello se necesita colaboración de todos y no palabras y gestos que apunten hacia otro lado.

Hay que ponerse a la altura de los retos y para ello es indispensable tener equilibrio. En un país con barro por todo sitio, es realmente innecesario tirarse barro entre personas, y menos entre líderes políticos.

Esperamos que el descontrol y las agresiones no salgan más a escena y generen ruido y distracción. Lo único que pide el país es unidad para derrotar a la adversidad.

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