No será un viaje fácil el que inicie mañana el papa Francisco hacia Turquía. Como pastor universal de la Iglesia llevará el Evangelio hacia tan apreciado espacio histórico de la civilización y geopolíticamente estratégico dado que se ubica en una posición transcontinental entre Europa y Asia. El papa Francisco sabe que, de los cerca de 75 millones de habitantes que cuenta Turquía, el 99% de la población es musulmana y que menos del 1% son cristianos, pero eso para él no es relevante. Los cristianos -entre ortodoxos orientales, griegos ortodoxos y apostólicos armenios que suman más de 6 millones de personas- lo esperan con enorme expectativa. Tampoco busca que todos se hagan católicos como él, pues el sentido ecuménico de la religión católica ha sido desde el Concilio Vaticano II más elástico y comprehensivo con asuntos de fe y de credo. Resultará interesante el mensaje de Su Santidad Bergoglio en la antigua Bizancio, lugar que por decisión del emperador Constantino, no solo se hizo oficial el cristianismo en el imperio, sino que adviniendo su decadencia, en el 324 trasladó la capital romana hacia Bizancio. Un registro histórico de fe cristiana es Santa Sofía levantada durante el siglo VI d.C. y que a lo largo de su historia fue sucesivamente basílica, mezquita y ahora museo. Con lo anterior, no olvidemos que Estambul fue tomado por los turcos otomanos de Mahomed II que cerró la entrada o salida, según le parezca, del comercio y en general del contacto oriente-occidente, y que solo cayó por Mustafá Kemal Ataturk, al final de la Primera Guerra Mundial. En suelo turco palpará el impacto del Estado Islámico de Iraq y el Levante que no renuncia a tomar la ciudad de Kobani, fronteriza con Turquía. Sin duda, un viaje papal en momento complejo para ese país.