El papa Francisco acaba de conceder una larga entrevista sobre la compleja situación mundial y lo hizo en el contexto de la llegada al poder de Donald Trump en EE.UU. Para Francisco, los pobres deben ser la prioridad de los países. Esta preocupación central del Pontífice argentino coincide con la reciente conmemoración de los 400 años del inicio de la misión de San Vicente de Paúl por los pobres, el mayor histórico santo de la caridad de la Iglesia. Los pobres de hoy, para Francisco, son los refugiados que huyen de la barbarie del conflicto en Siria. Los de ayer, eran para el santo francés, los menesterosos y enfermos abandonados en las calles de París del siglo XVII. Para el Papa jesuita, los pobres son los náufragos que buscaron cruzar el Mediterráneo para encontrar el auxilio de una Europa que ya no los quiere recibir o los que visitó en los campos de Lesbos, en Grecia; San Vicente los vio en los esclavos, que eran vendidos en los mercados de Túnez, también con destino hacia Europa. Francisco dijo a más de 200 pobres llegados de Francia en un encuentro en el Vaticano (agosto, 2016): “Ustedes son el tesoro de la Iglesia”. Sabía que eran pobres particulares, pues conocían y muy bien a Vicente, el limosnero real de Luis XIII, y una de las figuras máximas del catolicismo de la entonces Francia borbónica, que fundara la Congregación de la Misión o Misioneros paúles (1625). Para el Bergoglio, “no existe una Iglesia sin la caridad, hay que ayudar a los pobres…”, y lo vio en Vicente, quien junto a Luisa de Marillac iniciaron a las emblemáticas Hijas de la Caridad (1633). Así, el carisma vicentino, hoy empoderado por un Santo Padre jesuita, se hizo universal para atender, junto a otras congregaciones, órdenes y cofradías, a los 1000 millones de pobres que cuenta el mundo y a los más de seis que hay en el Perú.