Brasil y Perú sufren males similares. Frenazo económico, corrupción, desconfianza en los políticos, exportaciones a la baja, retiro de capitales, bolsas en caída, conflictos sociales, entorno externo desfavorable.

Al desprestigio de Petrobras y las empresas de construcción -arietes de la penetración de Brasil en el exterior- se añade el descrédito de los políticos y empresarios involucrados en “Lava Jato”. Es enorme la magnitud de los problemas y se pide su destitución, pero la Sra. Rousseff ha tomado el toro por las astas. Ajuste económico severo, aproximación a EE.UU. y Alemania, trabajo con los empresarios, reforma del MERCOSUR. A estos ejemplos se suma el acto de contrición expresado en un respeto total a la independencia con que la justicia investiga el escándalo. La inesperada visita de Angela Merkel a Brasilia evidencia el apoyo y reconocimiento alemán a quien lejos de negar la corrupción colabora para combatirla. Por más grave que sea la crisis, Dilma hace lo necesario para convertirla en una oportunidad para su país.

Esa no es la actitud de nuestros gobernantes. La economía que recibieron el 2011 es el punto de referencia para juzgar su gestión y medir la frustración pública por su incapacidad de reacción para retomar el crecimiento. La desaceleración económica nos preocupa. Pero los indicios de corrupción y las maquinaciones anotadas en las agendas de la Sra. Heredia han provocado conmoción. El cuadro empeora porque el habeas corpus que ordena archivar las investigaciones fiscales coincide con otra sentencia judicial que declara procedente una investigación parlamentaria de la que surgirán nuevos elementos de sospecha que envilecerán el clima político, con un costo deplorable para el país.

Si el Presidente no quiere superar esta situación con medios probatorios que descalifiquen las sospechas, debería liderar acciones más eficaces para promover la inversión y dinamizar la economía. Podría trabajar codo a codo con el empresariado y la multitud de peruanos emprendedores que no quieren perder otra oportunidad histórica para engrandecer a la Nación, como esperaban lograr los cuatro últimos años. Los elementos fundamentales de nuestra economía permitirían revertir la desaceleración, y crecer de nuevo. El Jefe del mal llamado Nacionalismo debe evitar la condena pública que merecería por hacer fracasar más de dos décadas de esfuerzo colectivo.