El reciente atentado en Manchester, en el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, durante el concierto de Ariana Grande, debe ser calibrado con detenimiento. Seguramente podría ser el preludio de otro feroz ataque, y de mayor envergadura. Los terroristas del Estado Islámico (EI), que en las últimas horas se han atribuido la masacre, probablemente van a buscar otra vil acción desestabilizadora del país. 

Pareciera que el Brexit o proceso de salida del RU de la Unión Europea, mayoritariamente decidido en el referéndum del 23 de junio de 2016, está pagando caro, porque decidió una política de cierre de fronteras a los migrantes islámicos que decidían ingresar en la isla continente, fundamentalmente para trabajar o estudiar. 

La clase política británica está en shock y hasta la primera ministra Theresa May ha decidido suspender su campaña electoral, en la que buscaba un triunfo para ser ungida esta vez por las urnas en ese cargo. La realidad contante y sonante es que el RU se está mostrando completamente vulnerable, y eso es mucho más riesgoso para un país golpeado por la acción terrorista, que le ha puesto la puntería. Se trata de un complicado escenario para los británicos de a pie y también para su clase política que, por primera vez en muchos años, no sabe cómo reaccionar para neutralizar el ataque tan o más violento que el del 7 de julio de 2005. 

Los yihadistas están debidamente alertados y es probable que tramen un atentado de mayor de escalada y acaso nunca antes visto en ese país y en el mundo entero para promover zozobra. May deberá realizar un cambio sustantivo en su política de gobierno si quiere sobrevivir, pues este sanguinario ataque, que se ha cobrado 22 víctimas y cerca de 50 heridos, puede ser, en su consecuencia, tan grave como para llegar a escindir geopolíticamente al propio RU, donde por ejemplo Escocia e Irlanda del Norte se resisten a dejar la UE.