Como espectadores, vemos sorprendidos esta elección como la menos democrática de los últimos años. Con un número indefinido de candidatos en el partidor y solo una Keiko estable, entre los que vienen detrás todo puede suceder. Soportando una justicia electoral que parece un circo de varias pistas donde cada show es peor que el otro, llegamos a una violencia irracional donde nuestro voto es sustituido por odios, rencores y hasta piedras.

¿Qué nos está pasando? Quizá somos un país fracturado donde nos hemos ocupado demasiado en crecer e incorporarnos a los mercados mundiales y hemos tapado con un dedo la importancia de conocer la historia, apreciar virtudes como la tolerancia, la democracia, el vivir en comunidad y el perdón, la reconciliación y, por ende, el respeto entre peruanos.

Padecemos la ausencia de partidos políticos, donde el más patético resulta ser el “partido” de gobierno, que ha defenestrado a su segundo candidato y sacrificado a sus congresistas para mantener “viva” su inscripción. Ello no tiene mucho sentido, porque con las acusaciones que de seguro vendrán, deberían buscar defensa al interior del Congreso. Hoy es claro que buscarán otro tipo de alianzas sin que nadie sepa qué tienen para ofrecer los nacionalistas y a quién... por ahora.

En esta etapa electoral parecía que lo peor era no tener candidatos definidos. Ahora lo que verdaderamente debe preocuparnos es la intolerancia y la violencia. Los ataques a Barnechea y Keiko son inaceptables. A estas alturas, en que necesitamos escuchar propuestas, el antivoto hace que esta elección se pueda definir a golpes en lugar de ideas.

Y mucho cuidado con aquellos que buscan pescar a río revuelto; conocemos a demasiados que ganarían con la inestabilidad del país.