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El excandidato presidencial Ántero Flores-Aráoz tiene 74 años de edad, pero dice que Pedro Pablo Kuczynski (PPK), de 77, está muy viejo para ser mandatario del país. En la red social Facebook, veo que han creado una cuenta de ácida crítica a PPK por su cúmulo de años de vida. ¿Qué le pasa a esta gente?, ¿cuándo el debate se enfrascó en la edad?, ¿pronto se cuestionará el peso del candidato o si usa lentes no podrá leer documentos más rápido?

Para ser más justos, también he leído diatriba directa a Keiko Fujimori, a quien le increpan que no merece ser presidenta (a parte por ser la hija de Alberto Fujimori) porque sus apellidos no son peruanos (ni Toledo Manrique) y su esposo proviene de los Estados Unidos, además que nadie sabe de qué vive (a ninguna mujer cuestionan por no trabajar).

Lo mismo pasa con PPK, a quien la gente en las redes sociales le reclama porque su esposa es de los “yunaites” y que a las justas habla español. Nadine Heredia es peruana, Eliane Karp es belga y Pilar Nores, la exesposa de Alan García, nació en Argentina. ¿Perdimos identidad por una primera dama extranjera?, ¿con la peruana nos sentimos más cómodos?

Digamos que esta guerra sucia, que evade las propuestas y se enfoca en lo superficial de los candidatos presidenciales, siempre ha existido (como la doble nacionalidad de Mario Vargas Llosa y el pasaporte norteamericano de PPK) en las campañas electorales. Sin embargo, me llama más la atención que influya en los ciudadanos, preparados y con trabajo, más que en la gente con poco estudio y que no tiene tiempo ni plata para navegar en Internet.

Hay cosas superficiales que pueden servir para desnudar la verdadera personalidad del candidato. Por ejemplo, el periodista René Gastelumendi le preguntó a la excandidata presidencial Verónika Mendoza por su vestimenta. Muchos sabiondos cuestionaron la interrogante, la que desde el punto de vista periodístico resulta válida (a ver si no le llama la atención un postulante vistiendo un polo estampado con la imagen de Nicolás Maduro).

Cuestionar la edad o el apellido extranjero del candidato en un país donde la mayoría de los jóvenes no destaca por la madurez y el que no tiene de inga tiene de mandinga, es una pachotada que puede tomarse hasta con humor, burdo, pero con cierta gracia. Pero, de ahí a que los electores tomen con seriedad tales recomendaciones para inducir su voto el próximo 5 de junio, hay un amplio margen de materia gris.