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El año pasado tuve una conversación con un grupo de padres de familia sobre la Educación Sexual Integral a los hijos e hijas. Se puso énfasis en que su finalidad es proporcionar saberes biológico-reproductivos, socio-emocionales y ético-morales a fin de que las personas tomen decisiones convenientes para el ejercicio de una sexualidad plena, placentera, saludable y responsable.

En la parte del diálogo, varios padres plantearon preguntas. Una de ellas fue: “¿Qué debí -o debo- hacer con mi hija de 14 años cuando me contó que un chico de su salón le había expresado que sentía atracción por ella?”. Conjuntamente con varios asistentes, ensayamos varias respuestas. Todas pertinentes. Pero lo que fue una constante es valorar la confianza de la adolescente para hablar con su padre sobre el tema. Y que por lo tanto, en este caso, como en otros, es fundamental que se sienta escuchada, atendida y acogida. Lo importante es que se fortalezca un vínculo afectivo para mantener una comunicación fluida que sirva de base para la orientación y la consejería sobre la sexualidad humana. Lo cual es aplicable a cualquier situación de la vida escolar y familiar. Relación que es posible poniendo en práctica la escucha y la contención emocional donde el padre y la madre se ponen en contacto con las alegrías, tristezas, satisfacciones, frustraciones, preocupaciones, dudas, interrogantes, etc. de sus pupilos.

Este espacio estuvo previsto para una hora y duró más de dos. Terminamos tratándonos de tú. Lo cual implica que el tratamiento de este tema educativo se desarrolló en el marco de un vínculo confiable y afectivo, que es el que debe generarse entre padres e hijos. Y también entre maestros y alumnos.

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