Cuando el domingo 21 y lunes 22 de febrero se registró una prolongada lluvia en Arequipa y regiones del sur, se advertía que estas provocarían inundaciones y desbordes de ríos.

Y así ocurrió, las emergencias comenzaron a darse en el Cercado, distritos cercanos y alejados; en provincias la situación era similar o peor, donde la caída de huaicos aislaba a decenas de comunidades.

Todos querían apoyo y clamaban por maquinaria. Las diferentes emisoras radiales recibían llamadas de pobladores de indistintos lugares, quienes exponían las desgracias de las que eran testigos.

El río Majes alcanzaba un caudal de 630 metros cúbicos, las defensas ribereñas -que fueron mal construidas- eran destruidas por la furia de las aguas y ponían en riesgo a los cultivos. ¿Esos millones de recursos públicos destinados para afianzar el Majes se usaron adecuadamente? Parece que no, habría malos manejos.

En Arequipa, la lluvia que afectó a los distritos de la parte alta, el viernes 26, provocó inundaciones y desbordes de torrenteras. Las aguas recuperaban sus cauces y hoy están urbanizadas por inoperantes autoridades que nunca actuaron con firmeza para hacer respetar el orden urbano. Todos se hicieron de la vista gorda y lo que es peor, cedieron ante los invasores, esa mafia que opera y controla las ocupaciones de terrenos públicos y privados sin que dirigente alguno esté recluido tras las rejas.

Las emergencias en Arequipa se pudieron evitar, pues gran parte de ellas las ocasionaron las mismas personas que por irresponsabilidad y negligencia se instalaron en zonas peligrosas y de inundación.

Esperemos que estas emergencias nos obliguen a reflexionar sobre lo que queremos y debemos hacer.