“Qué me llame la prensa.... Mejor no llamen, si igual se inventan mal”. Tuit de Christian Domínguez, cantante, aprendiz de actor y actual bailarín de El Gran Show. El caballero trata de evidenciar su molestia, su desazón, “el calvario que vive”, porque siente que todo lo que se publica o se dice de él es resultado de mentes afiebradas y ligeras que escriben novelas en torno a su vida. En el otro lado de la esquina, o mejor dicho de la pantalla, una afectada Maricielo Effio llora y trata de explicar a su entrevistador, con lágrimas de por medio, por qué su esposo ya no vive con ella, poniéndose en bandeja para contestar en un programa de gran audiencia si su matrimonio fue el mayor error de su vida. Por si no fuera poco, en la misma semana, Milena Zárate lamenta ante el Perú entero que los 5500 soles que le pasa mensualmente su expareja por la manutención de su hija no le alcanza, ante la sorpresa de medio país en el que muchas familias viven con el sueldo mínimo.

Tres ejemplos -hay muchos más- en los que populares figuras mediáticas exponen sus vidas privadas por decisión propia. En dos de ellos convierten la televisión en una suerte de tribunal paralelo para ventilar sus problemas legales, los cuales deberían quedar en el ámbito judicial. Mientras que Domínguez, tomando a la ligera el real acoso, se lamenta de su suerte cuando él solito cuenta con pelos y señales los detalles de su nuevo romance en un reality de baile. A ver si de una vez por todas aclaramos el asunto. ¿En qué momento algunas figuras del espectáculo pierden la perspectiva de lo que es mantener al margen de la polémica su vida privada? ¿Cuándo dejarán de culpar a los medios de todas sus desventuras, si ellos mismos dejan abierta la puerta para que ingresen hasta el domitorio de su casa? En el respeto a la vida personal no hay medias tintas. No es que un día se quiera hablar hasta de la ropa interior que se usa y en otros se quejen de por qué invaden tu privacidad cuando permiten que pasen ese límite. Hay algo que siempre existirá, el silencio. Cuando uno no desea hablar de un tema, simplemente se calla, no comenta, no lo cuenta. Pero si aceptas salir en televisión en un programa por muy buenos billetes, para promocionar el último evento o la peluquería de moda y aceptas que tu vida privada se convierta en una mercancía, no hay razón para quejarse. Si ese es tu negocio, no culpes a otros de las consecuencias. Como dice una gran marketera de su vida privada: “Apechuga nomás”.