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Guerrero, cinta dirigida por Fernando Villarán basada en la niñez de Paolo Guerrero, se proyecta a ser la película nacional más vista del año. En sus primeros tres días de exhibición ha logrado casi 300 mil espectadores y tal como va la tendencia podría llegar en sus primeros diez días en cartelera al millón de asistentes. Pero el fenómeno Guerrero no es el único, Calichín de Ricardo Maldonado, protagonizada por Aldo Miyashiro, está ya por los 900 mil espectadores y continúa su recorrido por las salas locales. Un par de meses antes, Margarita, comedia de Frank Pérez Garland, y La peor de mis bodas, de Adolfo Aguilar, pasaron por la cartelera superando el medio millón de espectadores. ¿Qué tienen en común estas cuatro cintas? Pues además de taquilleras, y de haber logrado esa conexión con el gran público que todo cineasta sueña, no gozaron del visto bueno de la crítica que vieron en casi todas estas propuestas la simpleza en su máxima expresión y una serie de defectos que las anulaba artísticamente. Y aquí viene la eterna discusión, la madre del cordero, la polémica que se genera cuándo se pregunta cuál es el justo medio entre lo popular y lo artístico. ¿Por qué casi siempre las cintas que los especialistas destruyen son las que el público elige? O al menos, para no generalizar, estas cuatro recientes cintas locales que mencionamos. Sería muy simplista afirmar que, claro, todos los que quieren ir al cine quieren divertirse, pasarla bien, que para dramas basta con la vida real y que por esta razón cintas sin mayores pretensiones logran el éxito, no, tampoco es así. Sería mejor que en lugar de ver de ese modo el suceso de ciertas películas nacionales, nos deberíamos preguntar cómo lograr llegar al gran público, que no es sencillo, por más que muchos piensen lo contrario, tener ese privilegio es un arte, es despojarse de prejuicios, ponerse en el lugar de otro para contar historias que nos identifiquen. Ojo y no pretendemos tampoco que todo el cine nacional se maneje con los parámetros de cintas como Guerrero y Calichín, pero en lugar de ver todos los defectos a unas y las virtudes a otras, deberíamos aprender unos de otros para sacar adelante la industria cinematográfica local que se está moviendo, creciendo. Ya hay un público que va a las salas a ver cine peruano y eso es un gran avance, sigamos produciendo películas, estrenando y creciendo. Para bien de todos los que aman el cine.