El pasado viernes, Marcelo Bielsa cumplió 62 años. El argentino es considerado uno de los mejores entrenadores del mundo, más allá de que sus logros o su grandeza no se haya visto traducida en títulos o trofeos muy a menudo, aunque sí los incluye. El respeto y admiración que muchos tienen por él radica en su forma de ver el fútbol y en aquello que suele dejar en la mayoría de jugadores que dirige.

Esta columna no tiene como objetivo llevar a cabo una semblanza sobre el DT, sino más bien reparar en aquello que se suele valorar en la práctica de este deporte. En una conferencia de prensa, Bielsa comentaba que las evaluaciones no deberían hacerse en función de lo que se obtiene, sino en función de lo que merece. El estratega detalló un episodio de su infancia para intentar dar un ejemplo de lo que buscaba explicar: “Recuerdo que, cuando era chico y vivía en un barrio, la gran novedad o el gran logro era tener un auto y, cuanto más lujoso era, mayor era el reconocimiento para la familia que lo había obtenido. Pero también había una distinción, nuestro reconocimiento también se daba en función a lo que la familia había hecho para conseguir ese auto. Habían familias en las que trabajaban los padres y los hijos y se compraban un Seat, y habían familias que se habían ganado la lotería y se compraban un Mercedes Benz. Nosotros valorábamos mucho a los que habían trabajado mucho y se habían comprado el Seat”.

Lo que dice Bielsa es emotivo, pero se acerca mucho a lo ideal. Nadie discutirá que los chicos del barrio del que el argentino habla realmente valoraban el esfuerzo, pero para nadie es un secreto tampoco que la presencia de un Mercedes Benz será siempre cautivante esté donde esté y que ese atractivo se desmarcará, al menos en primera instancia, de los factores que hicieron posible la llegada de ese auto. El Mercedes se valora como tal, no por aquello que lo hizo posible. De la misma manera, en el fútbol difícilmente nos detendremos a reparar en el recorrido que se hizo para alcanzar una victoria o alzar un título. Ojo, la estética le imprime riqueza al fútbol, la armonía y el orden le otorgan muchísimo al espectáculo y cómo el público se vincula con eso, pero al final los resultados son los que terminan importando, aunque llegue a lastimar.

En algo en lo que sí coincidimos con Bielsa plenamente es en lo siguiente: “Si usted no premia un proceso que obtuvo menos de lo que consiguió, no hay mucho riesgo. Pero si premia un proceso que lo que consiguió lo hizo de manera inmerecida, sí hay mucho riesgo”. Ese punto es vital, porque aunque tengamos claro que los resultados son los que mandan en el fútbol, aunque no hayan dudas respecto a la naturaleza inapelable de un gol, sabemos bien que el desorden y el desgobierno en el campo de juego no solo atentan contra el espectáculo, sino también contra el futuro de cualquier proyecto. Defender no es jugar mal, pero meter diez hombres en el área no es necesariamente defender bien. Por estos días en los que se habla tanto de lograr las cosas “como sea”, las palabras de Bielsa calzan a la perfección, no hay mucha vuelta que darle. Larga vida a Bielsa y a su manera de ver las cosas.