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Resulta interesante cómo EE.UU., que no es parte de la Convención del Mar de 1982 (Convemar), exige de China, que sí lo es, el cumplimiento de sus disposiciones con relación a la disputa que Beijing mantiene con Filipinas, aliado de Washington, y otros países asiáticos, por los espacios comprendidos en el mar de China Meridional. 

Barack Obama, en el marco de un encuentro en Hangzhou, al este de China, recuerda a su homólogo, Xi Jinping, el deber del gigante asiático de acatar la sentencia de la Corte Permanente de Arbitraje de La Haya, que por cierto es un tribunal distinto de la Corte Internacional de Justicia, con sede también en la ciudad de La Haya, Países Bajos, considerada por esa razón la capital del derecho internacional del mundo.

Sin entrar por ahora en los detalles de la sentencia para esa litis, me cuelgo de este fallo para llamar la atención y recordar el deber que tenemos en el Perú de acabar con la demagogia de algunos compatriotas que pregonan no adherir a la Convemar porque EE.UU. no es parte de este tratado que regula todos los océanos del planeta. Si EE.UU. invoca el acatamiento de la Convemar, es porque cree en sus beneficios para un Estado costero como el Perú. 

Su oposición a la Convemar se debió a su rechazo a considerar los fondos marinos, que comprenden las profundidades oceánicas que se encuentran fuera de las 200 millas, como patrimonio común de la humanidad. Los estadounidenses querían explotarla y quedaron de brazos cruzados al prosperar la declaración universal de que sus recursos serían intangibles. EE.UU., entonces, nunca se opuso a la tesis de la soberanía y jurisdicción del Estado costero sobre los recursos vivos y no vivos que existen hasta las 200 millas. El canciller Luna ha sido consultado en el Congreso sobre esta adhesión pendiente y es uno de los retos nacionales con miras al bicentenario de la República.