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Desde las elecciones generales en España del 20 de diciembre, para elegir al nuevo presidente del Gobierno español que debió asumir funciones en la primera semana de enero de 2016, hasta ahora los partidos políticos no han podido resolver este agudo asunto que impacta en la estabilidad política del país. Los esfuerzos del rey Felipe VI para allanar el camino, y salir del atolladero político, han sido en vano. El asunto de fondo pasa, porque a los líderes de los partidos políticos relevantes con cuota de peso en la Cámara de Diputados, esto es, el Partido Popular del actual presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy; el Partido Socialista Obrero Español, con Pedro Sánchez; Ciudadanos, liderado por Alberto Rivera; y el novísimo Podemos, con Pablo Iglesias a la cabeza, no han mostrado elevación para una negociación pensando en el futuro de la península ibérica. Pero Felipe VI -esta es una primera prueba de fuego en su todavía corto reinado-, está recurriendo a sus últimos recursos para lograr formar un gobierno de coalición.

Cuando en política nadie sabe ceder, porque cree que al hacerlo aparecerá como derrotado, está cometiendo un error sustantivo de fondo que puede, finalmente, revertirse en su contra. Ya sabemos de la obsecuencia de Sánchez y de Iglesias, y bastará valorar los resultados de sus posiciones para conocer el tamaño de los efectos que producirá a España esta compleja situación nacional. El daño de no poder formar gobierno se vería en las elecciones generales, que tendrán que realizarse el próximo 26 de junio, y aunque no lo deseamos, también podría producir un efecto negativo en la figura del Rey, al no poder encausar la crisis política parlamentaria por la ausencia de consenso de algunos de los partidos que la integran.

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