Las negociaciones entre Estados Unidos e Irán son intensas y agotadoras. Reunidos en Lausana, Suiza, los apremia el tiempo para llegar a un acuerdo definitivo sobre el programa de desnuclearización de Teherán, antes del 31 de marzo -aunque otros creen que la fecha coto es el 30 de junio-.

Los jefes de la diplomacia estadounidense, John Kerry, e iraní, Mohamad Javad Zarif, se acaban de reunir con sus equipos en esta hermosa ciudad helvética para lograr el ansiado histórico acuerdo de unas negociaciones que llevan más de 10 años.

Irán, que lo niega todo, siente el peso de las sanciones económicas que le ha impuesto Washington.

El Grupo 5+1, que incluye, además de Estados Unidos, a Rusia, China, Francia, Gran Bretaña y Alemania, busca a como dé lugar llegar al acuerdo cuanto antes.

En las últimas horas, Washington se ha mostrado temperamental con Irán -cuidando no congelar la relación- que ha expresado su desazón por la actitud estadounidense de no condenar la intervención de Arabia Saudita contra los rebeldes chiitas hutíes en Yemen, los que cuentan con el reconocido apoyo iraní, también chiita.

La diplomacia de Obama considera que Irán está buscando pretextos para atrasar o desvanecer todo lo alcanzado hasta ahora. La animadversión hacia Teherán, además del frente sunita de Arabia Saudí, está en el duro Israel, cuyo primer ministro, el reelegido y recalcitrante Benjamín Netanyahu, ha sido abierto en mostrar su frontal oposición a cualquier acuerdo de Washington con Irán, su archienemigo en la región. Estados Unidos sin “querer queriendo” podría hacerse más problemas de los que jamás imaginó con el mayor aliado estratégico en el Medio Oriente. La verdad es que con Israel nunca jamás estuvieron tan tensas y bajas las relaciones como la que hoy soportan por sus máximos líderes. Washington deberá sopesar entre Irán e Israel.