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El gran problema de la extorsión no solo está en el incremento de los grupos delincuenciales, sino también en el sello oficial que les brinda el Ministerio de Trabajo a estos equipos de supuestos obreros de construcción civil, inclusive algunos denominados sindicatos de desocupados (¿dónde se ha visto un gremio sindical sin trabajo? Esto solo pasa en Perú).

Hablo de un sello oficial porque, aunque ustedes no lo crean, el sector Trabajo oficializó sindicatos como pulgas en panza de perro vago, lo que permitió que cuando la Policía intervenía a alguna obra civil con delincuentes camuflados de obreros, estos últimos sacaban a relucir su autorización sindical -fina cortesía del Estado-.

Hace poco, el ministro de Trabajo, Alfonso Grados, firmó un convenio con algunos sindicatos para depurar las listas de obreros, algunos que solo eran puro nombre y aparecían para cobrar a punta de balas. Sin embargo, el plan es todavía enclenque y se sostiene solo si hay buena voluntad de los hombres de la construcción.

Las extorsiones en las obras públicas y privadas continúan, no cesan, y seguirán así si el trabajo de filtrado no es coordinado directamente con la Policía, entidad que, supuestamente, maneja mejor los datos de quiénes son los verdaderos obreros. ¿Por qué no romper ese cordón umbilical del hampa con las obras de una buena vez?

Aunque la gente crea que la extorsión en las obras públicas y privadas no le afecta, déjenme contarles que algunos empresarios suelen incluir en sus costos el pago a ciertos sindicatos de obreros de construcción civil. Estos últimos, a su vez, deben inflar sus planillas con delincuentes (que no trabajan) para no recibir un balazo. Al final, aunque sin saberlo, el consumidor también aporta su cuota porque recibe una obra inflada en precios.

Esperemos que de una vez por todas los sectores regionales de Trabajo, que aún no se han tomado el tiempo de verificar si los sindicatos son firmes o bambas, inicien una campaña de higiene en los sindicatos de empleados, muchos de estos integrados por personas empeñosas que nada tienen que ver con el crimen.