Si queremos palpar en el Perú algunos de los excesos que se dan en la Venezuela de Nicolás Maduro, tenemos a la mano lo que por estos días sucede con el colega Jaime Chincha, de Willax TV, quien acaba de ser denunciado por la embajada de dicho país en Lima ante el Ministerio Público por el delito de falsedad genérica, al supuestamente promover e incitar a la creación de un escenario hostil en la puerta de la sede diplomática mientras realizaba su trabajo.

La nota que ha originado la insólita denuncia del gobierno chavista se difundió el 10 de enero último y consistió en llegar a la sede diplomática y preguntar a un grupo de manifestantes sus impresiones en medio de una movilización que exigía la destitución de Maduro, algo que sucede todos los días en las democracias del mundo sin que a nadie se le ocurra acudir ante la justicia a denunciar a un periodista en coberturas de ese tipo.

Pero más allá de la denuncia en sí, que ojalá el Ministerio Público archive sin mayor pérdida de tiempo, lo importante es que dicha situación sirve para ilustrar la manera en que la dictadura chavista trata de frenar el trabajo de los periodistas independientes que no publican lo que ellos quisieran que consuman como información los venezolanos, que viven oprimidos por un régimen que no tiene cuándo acabar.

Por situaciones como estas, es increíble pensar que incluso en el Perú el chavismo tenga seguidores en nuestra gente de izquierda, esa que precisamente pregona las libertades y denuncia las dictaduras y opresiones. Bueno pues, ahí tienen un caso de arbitrariedad promovida por Maduro a través de su embajada en Lima, una ciudad que además ya ha sido escenario de espionaje por parte de los esbirros del sucesor de Hugo Chávez.

El caso del colega Chincha es una razón más para que el actual gobierno de Pedro Pablo Kuczynski, a diferencia del régimen de Ollanta Humala, insista en condenar a nivel mundial los abusos del chavismo, que ahora no permite ni hacer una cobertura periodística básica en la puerta de su embajada en Lima, que es la capital de un país donde sí hay libertades que seguramente envidian millones de venezolanos oprimidos y condenados al hambre.