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El caso de un subgerente de Saga Falabella llamado Marcelo Toledo, quien ayer lanzó por Facebook insultos a los bomberos -y de paso a la prensa- luego del amago de incendio en Jockey Plaza, es una muy pequeña muestra de cómo a la gente le importa muy poco la prevención de los siniestros que cada cierto tiempo cobran vidas en nuestro país, incluso a pesar de que en dicho centro comercial hubo 30 muertos en la discoteca Utopía hace casi 15 años.

La actitud de este caballero, que deja muy mal parada a su empresa por más disculpas que haya ofrecido tras el papelón, es apenas una evidencia de esa indiferencia generalizada que hace, por ejemplo, que pese a los 300 muertos de Mesa Redonda en 2001, aún se sigan produciendo y vendiendo pirotécnicos, como si nada hubiera pasado, como si nadie hubiera aprendido la lección que dejó esa tragedia que hoy parece olvidada.

Ayer, la Municipalidad de Lima ha hecho una inspección en Mesa Redonda y ha comprobado el caos de siempre, mientras que Mario Casaretto, gerente de Defensa Civil del concejo provincial, ha advertido que hasta las ferias autorizadas para la venta de pirotécnicos son un verdadero peligro para la población y los propios comerciantes. Si algo malo sucede, ¿quién se hará responsable? Estamos todos advertidos desde hace muchos años.

Es lo mismo que hace que una zona como el emporio textil de Gamarra siga siendo una trampa mortal desde hace décadas, con ambulantes que impiden el libre tránsito y rejas que bloquean las salidas. La Victoria tendría mucho que hacer ahí, pero parece que todos andan ocupados en las andanzas del hijo del alcalde Elías Cuba, acusado de cobrar cupos a los informales para que sigan invadiendo las calles del distrito.

Luego de tragedias como las de Mesa Redonda, Utopía y Larcomar, además de la cantidad de niños quemados por pirotécnicos en esta época del año, hace tiempo debimos tomar conciencia sobre el riesgo de este tipo de emergencias. Sin embargo, seguimos en lo mismo. Otra muestra de eso son las carencias que padecen los heroicos bomberos, que además son maltratados por un subgerente de por ahí.

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