La corrupción, tan enquistada entre los Estados, ahora ha sido revelada nuevamente en el seno de la FIFA, vieja institución mundial, cuya existencia data de 1904, organizando y promoviendo desde ese año al deporte más popular del planeta. Dio que hablar hace poco en el caso Qatargate que comprometía, como ahora, a la dirigencia de esta asociación internacional con sede en Suiza. No olvidemos que por su alcance universal, la FIFA se ha convertido en relevante actor de las relaciones internacionales. Su campo de acción comprende un monopolio completo sobre la organización de los campeonatos mundiales o regionales, lo que hace por medio de las 6 confederaciones que de ella dependen. La reciente detención de 7 altos dirigentes en la víspera en la ciudad de Zurich, es un escándalo. El descrédito de la FIFA se ha constituido en un verdadero problema para los organizadores de campeonatos locales. Pocos creerán en la transparencia de los torneos y de los negocios que se realizan, por ejemplo, con las cartas pases de los jugadores. El fútbol es visto como un negocio por su alta rentabilidad. Los jugadores, en general son bien pagados, y si son de los mejores, sus sueldos llegan fácilmente hasta las estrellas. La riqueza del negocio del fútbol por supuesto que no se encuentra en las taquillas que se recaudan en los estadios. No. Se trata de un negocio donde la regla es que todos los que intervienen en la “cadena productiva” deben ganar. Pero allí no está lo malo pues lo referido está regulado. Lo grave es que la corrupción cambia conductas en el juego lo que también en los resultados y eso es inmoral. Por tanto, debe producirse una reingeniería porque en el fútbol se juega mucho con los sentimientos de los hinchas y ese es un patrimonio inmaterial inconmensurable.