Mientras que los ministros de Kuczynski están ocupados en cantarle sus verdades al Contralor y el propio PPK anda en otra nota, Juan Diego Flórez, el sucesor de Pavarotti, alzó su extraordinaria voz en el Estadio Nacional para interpretar una verdad que solo podría salir de su boca: “La música y los niños son el camino perfecto para la inclusión de los más necesitados”. Aplausos.

Nuestro cotizado tenor encuadró bajo esta premisa su recital sabatino con sabor a Perú, destinado a recaudar fondos para los damnificados por el maloso Niño costero, y gritó a todos los vientos que nosotros tenemos himnos en lugar canciones. Aplausos.

Y así, henchido de patriotismo, descargó con todo su potencial lírico “El alcatraz”, “Ojos azules”, “Zaña”, “El cóndor pasa”, “José Antonio”, “Cuando llora mi guitarra”, “El palmero”, “Valicha”, “Amanecer andino”, entre otros. La tribuna se vino abajo cuando entonó “Adiós pueblo de Ayacucho” acompañado a guitarra limpia por Perlita León, de apenas 11 años. Aplausos.

En un escenario que está acostumbrado al bullicio de las decepciones futboleras, él partió la frustración en mil pedazos con su sonoro concierto benéfico y se anotó un golazo frente a los ojos de una población asqueada de tanta política inútil, trucha, chonguera y lejana de los intereses nacionales. El aporte de Eva Ayllón y el fabuloso dueto que se mandaron terminaron por redondear una noche mágica, que tuvo como soporte celestial a los niños y jóvenes de Sinfonía por el Perú (“mi orgullo”, dijo Juan Diego). 500 personas, entre músicos y bailarines. Aplausos.

Flores para Juan Diego Flórez. Palabra que sí.