La elección de Luis Iberico en la presidencia del Congreso es la consecuencia del debilitamiento y la pérdida de hegemonía del humalismo, que no fue capaz ni de presentar un candidato, y que es evidente que ha entrado en un proceso de descomposición expresado en las palabras de Daniel Abugattás, quien ha considerado que elegir como candidato presidencial para el 2016 entre Ana Jara y Daniel Urresti será como tener de opciones a Cantinflas y a Pinocho.

Ayer el nacionalismo, liderado por Ollanta Humala y Nadine Heredia, ha pagado las consecuencias del manejo que ha tenido eso que llaman “partido político”, pero que en realidad no es más que un proyecto familiar de oscuras finanzas que ha llevado a personas rescatables como Marisol Espinoza a marcar una “diplomática” distancia desde hace varios meses, lo que le ocasionó ser espiada por el sistema de inteligencia manejado por compañeros de promoción del Mandatario.

Lo de ayer ha sido la consecuencia, también, de imponer hace un año en la presidencia del Congreso a Ana María Solórzano, quien pasará a la historia por sus líos con Víctor Isla y la servidora legislativa Patricia Robinson, y por usar casi 100 mil dólares en regalar billeteras de Renzo Costa, tal como denunció Correo en junio último. Luego de esta gestión, al parecer el humalismo tuvo la sensatez de no presentar un candidato, que en realidad hubiera hecho el ridículo en la elección que finalmente ganó Iberico.

Los errores políticos del nacionalismo de Nadine Heredia han sido muy bien aprovechados por la oposición, que ha ganado el Congreso con un candidato que no fue acompañado en su plancha ni por fujimoristas ni apristas, para evitar el recelo de quienes no los pueden ver ni en pintura. Quizá el principal aspecto negativo de la postulación del correcto Vicente Zeballos fue que recibió el apoyo de los humalistas y sus aliados, lo que a la larga lo llevó a ser derrotado.

Desde hoy el panorama político en el país ha quedado redibujado, pues el Congreso dejará de ser una sucursal de Palacio de Gobierno y estará dedicado, ojalá, a legislar y fiscalizar sin estar anteponiendo consignas y prácticas que, como hemos visto, a nada bueno han llevado al país. Como muestra tenemos la inseguridad ciudadana, el enfriamiento de la economía, el mal uso de la inteligencia y las improvisaciones propias de una administración que hasta ahora no sabe cómo llegó al poder.