La excarcelación de Maritza Garrido Lecca, la sanguinaria acólita protectora de Abimael Guzmán en su escondite de Surquillo, ha abierto un intenso debate sobre la forma en que diversos estamentos del Estado y de la sociedad deben actuar por un lado, con los senderistas liberados y, por otro, los mecanismos que deben implementarse ante el riesgo de que estas dirigencias ahora sin límites carcelarios puedan ayudar a la reactivación de Sendero Luminoso. 

Está claro, como ha analizado Fernando Rospigliosi, que los contextos sociales y políticos han cambiado respecto a los 80, pero también lo es que SL ha mostrado una incesante obstinación por no dejarse morir. A través de organismos de fachada como el Movadef o el Fudepp, entidades como el Conare en el magisterio o decenas de sindicatos, centros de base, centros federados estudiantiles u organizaciones vecinales, SL intenta preservar su oscura vigencia y encontrar los nexos sociales que le permitan un crecimiento expansivo en los sectores marginales y más pobres del país. Si ese es su caldo de cultivo, lo que le interesa por hoy es infiltrarlo y analizar luego hasta qué punto ese grado de penetración le permite reactivar acciones políticas o bélicas. Es un plan a largo plazo que la sociedad, la PNP, los sectores políticos y las entidades competentes están obligadas a seguir de cerca por más que, como se ha dicho, SL no sea un peligro inminente. No podemos volver a repetir el grueso error de minimizarlos, porque ahora su renacimiento no será tan elocuente como la toma de una comisaría en Chuschi.