Odebrecht se ha disculpado con el país por haber sobornado a medio aparato público. La verdad es que yo no le disculpo, sino que le agradezco. De verdad, gracias infinitas. Lo que pasa es que si no fuera por los brasileños hasta nos hubiéramos muerto con la duda de si robaron o no en cada proyecto. Ahora sabemos que sí.

Odebrecht -por supuesto que sin ánimos y con bastante interés- ha sacado la venda de los ojos de millones de peruanos -y gran parte de Latinoamérica- sobre quiénes han gobernado los últimos años, quiénes se han enriquecido con las millonarias licitaciones, quiénes se rieron de la gente mientras ellos cobraban vía cuentas offshore y quiénes pedían votos para hacer más obras de envergadura.

No me vengan a satanizar a los brasileños por haber corrompido al sector estatal y privado. No, señores. Hace tiempo que en la mayoría de las gestiones nacional, regionales y locales cobran coimas (diezmos) por obras infladas con sorpresivas adendas y expedientes paralelos. La gente sabe quién es quién y cómo se mueve el sistema de las licitaciones públicas.

Lo que Odebrecht ha hecho es pagar las coimas más altas del mercado nacional. Que se disculpe con las empresas competidoras que no pudieron por honestidad o no quisieron romper el chanchito para aceitar a los funcionarios públicos. Ellos deben aceptar las excusas de los brasileños por querer ganar los concursos soltando millones de soles.

Ojalá esta caótica situación nos sirva de lección para ponerles la cruz a esos políticos y sus agrupaciones cuando vuelvan a pedir votos para hacer dudodas megaobras (con esto no justifico a los mediocres que son como el perro del hortelano). Para mí, gracias Odebrecht, gracias Camargo Correa, gracias OAS, y otras empresas más por darnos la luz en todo este gris paisaje nacional. Cumplieron su función.