Los peruanos y el mundo entero reconocemos a Miguel Grau Seminario, nuestro “Peruano del Milenio”, con el título de El Caballero de los Mares.

Pero no se crea que lo fue por su notable gesta durante el glorioso Combate Naval de Angamos del 8 de octubre de 1879. No. Nuestro héroe piurano cobró renombre mundial por la enorme sensibilidad y transparencia de su conducta durante el Combate Naval de Iquique, que ayer recordamos.

Fue un 21 de mayo de ese mismo año, en lo que sería la primera acción bélica marítima durante la Guerra del Pacífico, cuando en la zona sur del país, y hasta donde había llegado el propio presidente Prado para dirigirla desde Arica, se desarrolló este episodio naval trascendente.

Camino del puerto de Iquique, fueron protagonistas nuestras mejores embarcaciones: el monitor Huáscar y la fragata Independencia, ambas con la instrucción de levantar el bloqueo chileno del puerto de Iquique, donde estaban la corbeta Esmeralda, la cañonera Covadonga, y el transporte Lamar. El Huáscar, al mando de Grau, y la Independencia de Juan Guillermo More. Con espolón el monitor doblegó a la Esmeralda comandada por Arturo Prat, quien rápidamente sucumbió en el combate. Grau mandó rescatar a los sobrevivientes de la Esmeralda, totalmente destrozada, cuyos hombres moribundos al corear ¡Viva el Perú Generoso!, en ese instante, estaban confirmándolo precursor del Derecho Internacional Humanitario.

En el otro rostro de la historia, el chileno Guillermo Condell, que comandaba la Covadonga, instruyó disparar contra los náufragos peruanos aprovechando el encallamiento de la Independencia en Punta Gruesa, al sur de Iquique. Pero allí no queda todo.

Grau, lleno de altruismo, envía una carta a Carmela Carvajal, la esposa de Prat, ensalzando cortésmente -como todo un caballero- el valor de su esposo fenecido para evitar que sea consumida por la pena de su temprana partida. Grau, sin proponérselo, lo hizo héroe.