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Por aquí se caen los puentes por quítame esta paja y, naturalmente, por las crecidas de este río loco, como lo llamó el geógrafo Gonzalo de Reparaz. Pues uno de estos, bonito, de madera comprada con un dinerillo que regaló el pintor Ignacio Merino, se cayó en las lluvias de 1891. Unos días después, 19 para ser precisos, el 26 de abril, se reunieron unos empresarios para ver cómo lo reponían. De paso fundaron la Cámara de Comercio y Producción de Piura, que celebra 125 años. No le dieron muchas vueltas, contrataron al inglés C.T. Findlay y le compraron un puente de fierro en 70 mil soles, con letras que la Duncan Fox debía cobrar. Por esas épocas, Piura exportaba algodón, tabaco y cueros de chivo que debían transportar hasta el puerto de Paita en recuas de mulas y burros. Pues de 1819 al 2016 no ha cambiado mucho el panorama, porque Piura sigue teniendo buenos empresarios, que ahora producen uvas, marigold, mango, limón y pesca. Quizá lo único que ha cambiado es que junto a esos empresarios han aparecido otros que, por ejemplo, exportan pota con coca. También están aquellos del negocio inmobiliario que consiguen tierras asociándose a bandas delincuenciales, o aquellos que fabrican harina de pescado arrojando sus pestilentes desagües sobre los balnearios de Paita, Colán y alrededores. Y aquellos que fueron tibios para defender la minería legal y que ahora son indiferentes para permitir que la minería ilegal contamine las tierras de Suyo, Las Lomas y aledaños. Al ver estos malos ejemplos, las nuevas generaciones de empresarios y los que vienen a invertir aquí reciben como mensaje que esta es una tierra de nadie, que pueden hacer lo que les da la gana, porque sus autoridades son corruptas o taciturnas. Una empresa con ética es el liderazgo que le toca a la Cámara de Comercio ejercer con la solvencia y autoridad que le dan sus 125 años. Empresas con valores. El problema es que los valores no se pueden enseñar, solo se pueden aprender. Los valores se imitan, se contagian. Sus líderes sabrán darnos el ejemplo.