En nuestro país, los temas de los políticos judicializados se estiran como chicles. Los libretos dan todavía para unos cuantos capítulos. No sea que vayamos a creer que el caso Heredia ya se resuelve… ¡Otra vez va Nadine cabalgando sobre sus cuatro agendas! Y la telenovela quizás empeora: una examiga ha descubierto que en algunas páginas aparece la letra de Ollanta Humala en persona…

Ahora está en el candelero un candidato cuya imagen ha dejado huella para la historia. Alejandro Toledo se permite el lujo de insultar y agredir a los candidatos que están encima de él en los sondeos electorales. No sabemos si es todo lo que puede producir desde su elegante residencia de Punta Sal y desde las finas botellas de escocés etiqueta azul.

Los aludidos replican que Toledo “no tiene autoridad moral” para tratar temas familiares, en su condición pública de “corrupto y mentiroso”. Y los electores ni daremos crédito a agravios a PPK, que notorios y útiles servicios de ministro prestó al país cuando Toledo fue Presidente. “Mentiroso consuetudinario, investigado por millones ilícitos” está entre los calificativos que ha recibido.

Después de las impresentables diatribas vertidas por Toledo, fue imposible no recordar el lavado y enjuague de activos con la fachada de la suegra Eva Fernenbug en el caso Ecoteva, así como la triste historia de Zaraí, la hija que esperó 15 años para ser reconocida por su padre.

Que a nadie sorprenda que el futuro de Toledo sea el presente de las encuestas: por debajo del 5% de la votación.