Digamos que el señor jefe de Estado no es el ciudadano más prudente o ponderado. Habitualmente no se espera que quien encarna a la Nación defina a sus adversarios políticos como “jauría de cobardes”, ni siquiera en broma. ¿Lo diría en broma el presidente Humala?

Pareciera que no, ya que se quejaba de quienes han señalado, con buenas maneras, que la esposa del Presidente, señora Nadine Heredia, ahora jefa del partido político en el poder, incursiona en campos que son ajenos a su condición de Primera Dama y a su agrupación.

Heredia no ha sido convocada por nadie para co-gobernar el Perú. Las sucesivas Constituciones del país no contemplan que las esposas de los jefes de Estado puedan o deban intervenir en una suerte de concierto a “dos pianos y cuatro manos”, ni reemplazar al Presidente cuando se encuentre ausente. No estamos en la Argentina de Eva Perón (hoy imperio de Cristina K).

Y si ocurrieran excesos, habría más bien que disculparse por ellos y corregirlos. No hay justificación alguna para que la primera autoridad de la Nación califique de “jauría de cobardes” a los congresistas que acuden a la Constitución del Estado para reclamar que cada quien esté en su sitio y en su función. El estilo y las formas del señor Humala nos recuerdan a los “radiofónicos” dictadores Chávez y Maduro.