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Como damos cuenta hoy en Correo, el Ministerio de Defensa de este nuevo gobierno ha comenzado a corregir la pésima costumbre que tuvo el expresidente Ollanta Humala de colocar a sus amigos e incondicionales en puestos claves reservados para aquellos que destaquen por sus méritos profesionales. Un ejemplo de esto es lo que sucedía en la casi inexistente Secretaría de Seguridad y Defensa Nacional (Sedena) y algunos cargos en la Unasur, con sede en Buenos Aires.

En el primer caso, se colocó en la Sedena a miembros en retiro de la promoción del Ejército del exmandatario y a otros personajes allegados a él. En las últimas horas, de los 51 contratados por el humalismo, han quedado solo 21, con lo que el monto para remuneraciones ha bajado de medio millón de soles a 100 mil mensuales. Entre los servidores que han salido figura la esposa de Antauro Humala, quien fue contratada como “especialista en doctrina”.

Pero miremos a la Unasur, que parece que también estuvo sirviendo de agencia de empleos para los amigos. Allí laboraba el suboficial EP Amílcar Gómez, quien acompañó a los Humala en la “asonada” de Locumba y que más tarde jugó un rol vital en el cambio de la versión dada inicialmente por testigos en el caso Madre Mía. ¿Cuál era su mérito profesional? Habría que ver si lo explica alguno de los voceros humalistas que quedan por ahí.

Recordemos que la hoy casi desarticulada Dirección Nacional de Inteligencia (DINI) también sirvió para dar empleo a los amigos, empezando por los dos jefes que tuvo en el gobierno anterior, antes de que la institución caiga en desgracia. Si tenemos una Contraloría con tantas ganas de trabajar, bueno sería que se ponga a revisar todas las contrataciones efectuadas en las citadas entidades, pues los favores hechos por el exmandatario nos han venido costando bastante caro a todos los peruanos.

Los puestos en el Estado deben ser ocupados por los mejores profesionales y no por los amigos de quien manda en determinado momento. En ese sentido, en buena hora que se revisen los nombramientos en las mencionadas instituciones, así como en el Ejército, donde los ascensos y pases al retiro también estuvieron marcados no precisamente por la antigüedad y la meritocracia, sino por la cercanía a un presidente que hasta en Palacio dejó de lado la institucionalidad con su “gobierno familiar”.