Estoy de acuerdo con una formación integral que considere el enfoque transversal de igualdad o equidad de género en el sentido de que los estudiantes aprendan a valorar que el varón y la mujer tienen iguales derechos. Y que por lo tanto deben tener las mismas oportunidades. No veo en el nuevo currículo la denominada ideología de género.

Está bien que se fortalezca la educación sexual integral ofreciendo información técnica de calidad, en coordinación con los padres de familia, para que los alumnos tengan los aprendizajes pertinentes para una sexualidad plena, saludable y responsable. Los saberes se deben desarrollar de acuerdo con el nivel educativo y grado en los aspectos biológico-reproductivo, socio-emocional y ético-moral, en una perspectiva que respete la diversidad y fomente la no discriminación. Esto lo percibo claro en el nuevo currículo escolar.

Pero hay algunas expresiones en el documento del currículo de la educación básica que podrían estar generando interpretaciones inconvenientes. Una de ellas es la de “identidad de género”. ¿Por qué no usar el concepto de identidad personal, que es un constructo que abarca todas las dimensiones humanas y que se desarrolla a lo largo de la vida por la interacción de los vínculos temporal, espacial y socio-cultural? El debate y la contrastación de ideas a favor o en contra del nuevo currículo deben darse en un marco de ciudadanía democrática, respeto a la pluralidad y ejercicio de la tolerancia. Por eso, no está bien que se descalifique a los que se movilizan en contra de este documento pedagógico. Y es muy grave que se hagan llegar amenazas a dos educadoras líderes que defienden la igualdad en la educación.

He escuchado con satisfacción que la ministra de Educación está buscando los términos más convenientes sin alterar lo sustantivo de la propuesta curricular.

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