Los peruanos estamos viendo lo que significa la mala relación entre Congreso y Ejecutivo, que lo único que logra es que cada vez más peruanos sintamos que la política y los políticos están alejados de las necesidades del país.

Vemos cómo los congresistas, de todas las bancadas, sostienen que interpelar a ministros es democrático y que simplemente se busca que estos contesten preguntas. Ello no es cierto, y si así lo fuera, no habríamos tenido ya en este gobierno los espectáculos de las interpelaciones a Vizcarra y Saavedra. En ambas oportunidades, lo que se les lanzó a los ministros fueron desde preguntas lógicas y planteadas de manera adecuada hasta insultos. No es cierto que una interpelación sea un acto rutinario y de aplicación de la Constitución y de la democracia. Es un acto de control político, el más extremo de ellos.

Si se quiere saber sobre un tema, cómo por ejemplo seguridad ciudadana, se puede desde invitar al ministro a una comisión hasta usar la Estación de Preguntas, al amparo del artículo 129° de la Constitución, donde se invita a un ministro y se le pregunta sobre un tema determinado. En cambio, la interpelación lo que busca es votar la censura del ministro y retirarlo del cargo, y por ello el ministro pende de un hilo.

La diferencia es clara: en la Estación de Preguntas se busca conocer un tema; en la interpelación se vota siempre la censura, y eso es un castigo. Ojalá el Congreso se dé cuenta de que su mala relación con el Ejecutivo afecta a los ciudadanos. Ojalá el Ejecutivo trabaje para mejorar su relación con el Congreso, por la misma razón. Los peruanos no somos ciegos y estamos atentos.