Al cierre de esta columna, aún no puede ser confirmado pero todo parece indicar que, finalmente, Donald Trump, hará realidad otra de sus dislocadas promesas de campaña, es decir, acabar con la participación vinculante de EE.UU. en el histórico Acuerdo sobre Cambio Climático que fuera aprobado después de muchos intentos por la comunidad internacional en París en 2015. 

El desdén de Trump por todo lo que sea verde no tiene límites. Ninguneó en modo inmisericorde el acuerdo de la sociedad internacional para combatir el cambio climático y parece que ser que el retiro inminente de Washington alcanza para Trump el tamaño de hazaña. La medida de la Casa Blanca es atípica y no guarda relación con la política de Estado que ha venido sosteniendo EE.UU. en la última década, constituyendo un serio retroceso de los compromisos internacionales con el futuro de la humanidad. 

Trump hasta llegó a decir que el cambio climático es un invento de los chinos. Costó muchísimas negociaciones para que se pudiera llegar por el método del consenso a la aprobación del mayor acuerdo al que hasta la fecha haya podido arribar el mundo. Luego de la aprobación de la Carta de San Francisco de 1945 y de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, el Acuerdo de París es el tratado más formidable al que los pueblos del planeta hayan podido llegar para salvar al mundo de los trastornos climáticos que devienen de los gases de efecto invernadero sobre el mundo y la vida. 

La postura de EE.UU. es contraria a la de la inmensa mayoría de Estados del globo, por lo que gratuitamente se está haciendo de enemigos que jamás lo fueron. EE.UU. tiene un compromiso mirando el 2021: reducir dichas emisiones de gases entre un 26% y 28%. Pero con las recientes medidas, el panorama internacional para Washington parece complicarse mucho más.